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12 may 2008

Ayudarse es cosa de listos (II)

Luego de meditar sobre un párrafo del Nuevo Testamento pueden surgir muchas dudas. Si no eres creyente (y muchas veces estando deprimidos y amándonos poco, es difícil que creamos en algo) te vas a decir “estás hablando de un libro cuya certeza histórica está en duda” o me puedes decir “dudo mucho de que eso haya sucedido en la vida de Jesús por varias razones”.

Digamos que tienes razón. Eso no es lo importante. Tenemos que concentrarnos en las ideas principales y no andarnos por las ramas en cosas accesorias.


Este árbol no tiene ramas

Concéntrate. Piensa. Lo importante de este relato no es ni su origen histórico ni si es una obra de arte o un libro inspirado por Dios. Aquí es la idea es que desde muchos siglos antes, un autor (Juan o quien fuera) nos dijo cuál era la clave para curarnos. De cualquier mal. Incluso de una parálisis (algo que te impide moverte y que limita o anula tu total libertad).

Es decir que no es un invento nuevo ni un gran secreto. Simplemente nos perdimos en las cosas accesorias. Nos perdimos en las miles de ramas del frondoso árbol de nuestras vidas ¿Pasa seguido, no?

El punto.

Hemos dicho que la idea principal de este relato (Sagrado si eres creyente, o simplemente antiguo, si no lo eres) es que no importa cuál sea el mal que te aqueje, no importa cuánto tiempo lo hayas padecido, no importa si no tienes quién te ayude a solucionarlo, lo único que importa es que quieras solucionarlo y actúes con la fe (o energía positiva) suficiente como para pedirlo (a Dios, al Universo, al Poder, a la Fuerza) y lo obtendrás.

El gran secreto.

El Secreto del Universo del que nos habla Rhonda Byrne es “pedid y se os dará”, “buscad y hallaréis”, “llamad y se os abrirá” (¿les suena familiar?) es “tus deseos son mis órdenes” (¿un genio en una lámpara?)

El secreto del Universo está revelado en un pasaje que ha pasado inadvertido o ha sido interpretado siguiendo los intereses de alguna organización religiosa de turno. El texto es claro y se explica por sí solo: El paralítico estaba seguro de su curación, tuvo fe y… se curó.

Mi experiencia.

Lee bien porque te hablo desde la experiencia y te hablo desde la convicción en mi propia vida: ni el Decano de la Facultad de Psiquiatría de la más prestigiosa universidad del planeta te va a ayudar a superar la depresión, a superar el hoyo, a avanzar, ¡si tú no quieres!!! Y eso cuenta también para todos los medicamentos antidepresivos.
Ni el mejor “hacedor de parejas”, ni la liposucción más perfecta, ni la última moda de París te va a traer un amor verdadero.

Ni las joyas de la corona, ni el oro de Fort Knox te va a dar la sensación de abundancia y libertad que necesitas.

Es simplemente tu cambio de actitud y seguir tu intuición lo que te va a llevar a lograr lo que quieres.

Eres tú el conductor de tu vida. Eres tú el artífice de tu destino. Eres tú el paralítico que toma una decisión entre dejarse morir y con ello perder lo único bueno que tiene (la vida) o en ser más listo, tomar las riendas y sanarse. Y en el momento en que decides curarte… ya empieza la mejoría.

El gran secreto está en ti.

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