¿Has pensado alguna vez que tú eres una obra maestra de construcción de un Arquitecto infinito y sabio?
Piénsalo...
¿Has pensado alguna vez que tú eres una obra maestra de construcción de un Arquitecto infinito y sabio?
Cuando estas necesidades se unen con la expresión creativa de nuestro talento, se produce la chispa que crea la abundancia. El expresar nuestros talentos para satisfacer necesidades, crea riqueza y abundancia sin límites.
La ley del dharma tiene tres componentes.
El primero dice que cada uno de nosotros está aquí para descubrir su verdadero yo, para descubrir por su cuenta que el verdadero yo es espiritual y que somos en esencia seres espirituales que han adoptado una forma física para manifestarse. No somos seres humanos que tienen experiencias espirituales ocasionales, sino todo lo contrario: somos seres espirituales que tienen experiencias humanas ocasionales. Cada uno de nosotros está aquí para descubrir su yo superior o su yo espiritual. Esa es la primera forma de cumplir la ley del dharma. Debemos descubrir por nuestra cuenta que dentro de nosotros hay un dios en embrión que desea nacer para que podamos expresar nuestra divinidad.
El segundo componente de la ley del dharma es la expresión de nuestro talento único. La ley del dharma dice que todo ser humano tiene un talento único. Cada uno de nosotros tiene un talento tan único en su expresión que no existe otro ser sobre el planeta que tenga ese talento o que lo exprese de esa manera. Eso quiere decir que hay una cosa que podemos hacer, y una manera de hacerlo, que es mejor que la de cualquier otra persona, en este planeta. Cuando estamos desarrollando esa actividad, perdemos la noción del tiempo. La expresión de ese talento único, o más de uno en muchos casos, nos introduce en un estado de conciencia atemporal.
El tercer componente de la ley del dharma es el servicio a la humanidad, servir a los demás seres humanos y preguntarse: -¿Cómo puedo ayudar? ¿Cómo puedo ayudar a todas las personas con quienes tengo contacto? Cuando combinamos la capacidad de expresar nuestro talento único con el servicio a la humanidad, usamos plenamente esta ley. Y cuando unimos esto al conocimiento de nuestra propia espiritualidad, el campo de la potencialidad pura, es imposible que no tengamos acceso a la abundancia ilimitada, porque ésa es la verdadera manera de lograr la abundancia.
Y no se trata de una abundancia transitoria; ésta es permanente en virtud de nuestro talento único, de nuestra manera de expresarlo y de nuestro servicio y dedicación a los demás seres humanos, que descubrimos preguntando: «¿Cómo puedo ayudar?», en lugar de: «¿Qué gano yo con eso?»
La pregunta «¿Qué gano yo con eso?» es el diálogo interno del ego. La pregunta «¿Cómo puedo ayudar?» es el diálogo interno del espíritu. El espíritu es ese campo de la conciencia en donde experimentamos nuestra universalidad. Con sólo cambiar el diálogo interno y no preguntar «¿Qué gano yo con eso?» sino «¿Cómo puedo ayudar?», automáticamente vamos más allá del ego para entrar en el campo del espíritu.
Y aunque la meditación es la manera más fácil de entrar en el campo del espíritu, el simple hecho de cambiar nuestro diálogo interno de esta manera también nos brinda acceso al espíritu, ese campo de la conciencia donde experimentamos nuestra universalidad.
Si deseamos utilizar al máximo la ley del dharma, es necesario que nos comprometamos a hacer varias cosas:
Primer compromiso: Por medio de la práctica espiritual buscaremos nuestro yo superior, el cual está más allá de nuestro ego.
Segundo compromiso: Descubriremos nuestros talentos únicos, y después de descubrirlos disfrutaremos de la vida, porque el proceso del gozo tiene lugar cuando entramos en la conciencia atemporal. En ese momento, estaremos en un estado de dicha absoluta.
Tercer compromiso: Nos preguntaremos cuál es la mejor manera en que podemos servir a la humanidad. Responderemos esa pregunta, y luego pondremos la respuesta en práctica. Utilizaremos nuestros talentos únicos para atender a las necesidades de nuestros congéneres los seres humanos; combinaremos esas necesidades con nuestro deseo de ayudar y servir a los demás.
Hagamos una lista de nuestras respuestas a estas dos preguntas: ¿Qué haría yo si no tuviera que preocuparme por el dinero y si a la vez dispusiera de todo el tiempo y el dinero del mundo? Si de todas maneras quisiéramos seguir haciendo lo que hacemos ahora, es porque estamos en dharma, porque sentimos pasión por lo que hacemos, porque estamos expresando nuestros talentos únicos.
La segunda pregunta es: «¿Cuál es la mejor manera en que puedo servir a la humanidad?» Respondamos esa pregunta y pongamos la respuesta en práctica.
Descubramos nuestra divinidad, encontremos nuestro talento único y sirvamos a la humanidad con él; de esa manera podremos generar toda la riqueza que deseamos.
Cuando nuestras expresiones creativas concuerden con las necesidades del prójimo, la riqueza pasará espontáneamente de lo inmanifiesto a lo manifiesto, del reino del espíritu al mundo de la forma.
Comenzaremos a experimentar la vida como una expresión milagrosa de la divinidad, no ocasionalmente, sino a toda hora. Y conoceremos la alegría verdadera y el significado real del éxito, el éxtasis y el júbilo de nuestro propio espíritu.
Hoy voy a hablar de las pocas otras veces que he tenido “amores platónicos”.
¿Y si llega?
HISTORIA:No tengo razones para no pensar que este nuevo príncipe azul en dos o tres años se convertirá en un ogro y ella buscará otro prícipe que la libere.
Juanita vive en una relación asfixiante con un tipo por muchos años, hay golpes, infidelidades perdonadas, maltratos verbales, humillaciones. Y ella sigue allí, tan estoica...
Y un día, en pleno llanto y rechinar de dientes (de ella) aparece un tipo maravilloso, que la ama, que la acepta, que se la lleva con él, que se agarra a golpes con el anterior y la libera: un príncipe azul.
Años después, el príncipe azul resultó ser un dragón perverso, no la entiende, no la quiere, no se desvive por ella. Y ella se reencuentra con un antiguo amor, que está dispuesto a todo para salvarla de una relación castrante. Inician una relación clandestina y pronto la liberará: otro príncipe azul.
Mi historia:
Estaba triste y deprimida porque no me aceptaban en "un sitio" y como basaba mi autoestima en la estima que otros me tengan, pues me hallaba en el punto más bajo de mi amor propio. Aparece de la nada un chico, que me dice que le gusto, que me dice que me quiere y que me dice muchas cosas más. Trasladé mi autoestima a la estima que él me tenga, y como me dijo que me quería... acepté tener una relación con él. Cuando resultó que no me quiso, trasladé mi autoestima al afecto de otro chico, y así. Cuando parecía que ya había superado mi dependencia de "ese sitio" y si me aceptaban o no me daba igual, trasladé mi autoestima al afecto que un amigo de
internet me tenía, al resultar que él no me quería, me deprimí más. Y me fui a los brazos de alguien que "siempre me había amado". Y ahí concebí a mi hijo.
Patrón de conducta: basaba mi amor propio en el afecto que otros me puedan dar o no dar y me he liado con tipos que "parecían amarme" sin siquiera preocuparme por qué es lo que yo sentía por ellos. En casi todos los casos, yo no sentía nada, sólo el agradecimiento de que me quieran un poco.
Autor: La Biblia
Capítulo 5: Juan 5
1 Después de esto, hubo una fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén.2 Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betesda, que tiene cinco pórticos.3 En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua.4 Porque el Ángel del Señor bajaba de tiempo en tiempo a la piscina y agitaba el agua; y el primero que se metía después de la agitación del agua, quedaba curado de cualquier mal que tuviera.5 Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.6 Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: "¿Quieres curarte?"7 Le respondió el enfermo: "Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo."8 Jesús le dice: "Levántate, toma tu camilla y anda."9 Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Pero era sábado aquel día.
¿Conocían esta historia? Vamos a analizarla un poco más. Hay un hombre lisiado por más de 38 años (casi nada eh) tirado cerca de la piscina de Betseda esperando que alguien lo lance al agua cuando el Ángel la revuelva.¿Cuál Ángel, cuál agua?La tradición decía que cada cierto tiempo el Arcángel Rafael bajaba, revolvía el agua de esa piscina y el primer enfermo que entrara, se curaba.Bueno, digamos que mañana te quedas paralítico y te dicen que hay un agua milagrosa (una pastilla, una inyección, un médico) que sólo curan a los 10 primeros (seamos más generosos que el ángel) y que si accedes a eso, te sanas. ¿Cuál es la decisión inteligente a tomar? ¡¡¡¡Comprarlo!!!!!!! ¡¡Sacar cita!!!! ¡¡¡¡Sanarse!!!Entonces es lógico que este hombre, postrado 38 años haya dado el primer paso a su curación, que fue, ponerse al borde de la piscina esperando que pase alguien y lo ayude a entrar cuando venga el Ángel.El paralíticoResulta que este hombre no tenía quién lo ayude (no tenía dinero para la medicina, no tenía seguro social, no tenía familia) y sin embargo no dijo "maldita sea mi suerte, me voy a dejar morir o voy a arrastrarme a mi casa o voy a ponerme a un lado a convencer a los otros imbéciles de que no existe el Ángel o que la piscina no cura".Dice el Evangelio que ese hombre siguió allí, esperando, porque sabía que alguien -tarde o temprano- lo iba a ayudar. Y ese "alguien" llegó. No lo empujó al agua (como él pensaba) sino que sin agua ni nada, le dijo "levántate"... y se acabaron los 38 años de sufrir.Este tipo estuvo esperando pacientemente enviando un mensaje al Universo (o a Dios) que decía "me voy a curar, no sé cómo ni cuando, pero me voy a curar" y ... se curó.¿Podemos decir que este hombre era un descerebrado e ignorante por esperar? ¿o es fue tan listo como para tomar en sus manos su destino y obtener lo que sabía que iba a obtener?. Tú dirás.(lee la segunda parte)